Monumento Virgen del Rocío


Conjunto escultórico Nuestra señora del Rocío

La Plaza del Punto necesitaba una transformación dentro del Plan de Monumentalización que se había forjado en el Ayuntamiento y se decidió elevar en la citada Plaza un Monumento que a la par sirviera como recuerdo emocionado a la reunión en aquel punto de las dos Hermandades rocieras de Huelva, tras su regreso de Almonte y con ello hacer especial mención en nuestra capital de una seña de identidad almonteña, que contribuyera a embellecer el citado sitio de nuestra ciudad.

La Comisión Pro-Monumento y el Ayuntamiento depositaron su confianza en Elías Rodríguez Picón. A lo largo de seis años el maestro rocianero trabajó en la consecución de un sueño artístico y a la vez religioso. El monumento a la Virgen del Rocío es un modelo de sobriedad, de ritmo armonioso, de proporciones elegantes (la obra tiene aproximadamente 4,30 metros de altura, con 4,50 metros de fondo y 3 metros de ancho, y pesa unos 6.000 kilos) de sereno equilibrio, de armoniosas reivindicaciones etnográficas que denotan una experiencia estética extraordinaria.

Realizada en bronce patinado, el grupo escultórico representa una escena de la procesión del Lirio de las Marismas, el Lunes de Pentecostés, con la Señora llevada a hombros desde sus andas de Reina Celestial por sesenta figuras de las que brotan interiores fulgores religiosos que les dan un extraño encanto. El contemplador advierte que respiran en todas ellas un armonioso contacto espiritual que se une a la Virgen.

Al no disponer de peana y estar a su mismo nivel, al surgir repentinamente del suelo la cohorte rociera, el contemplador del conjunto se siente un rociero más y una extraña sugestión se apodera de él a través de la elocuente sencillez de los planos. Lo curioso y grandioso a la vez, es que el artista ha utilizado personajes reales para encarnar al numeroso grupo.

La obra también es portadora de muchos símbolos, como son las medallas de las hermandades de Nuestra Señora del Rocío de Huelva y de Emigrantes. Corona la figura un artístico palio con el que el escultor remató su magnífico conjunto escultórico.

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