Su nombre viene del arábigo «al-Kaysariyya», relativo al pago de derechos al césar (o emperador bizantino) por la comercialización y custodia de ricas mercancías. Hubo varias en la España islámica (Toledo, Córdoba, Sevilla, Valencia, Palma, Málaga, Almería o Vélez-Málaga), pero solo la de Granada ha sobrevivido, si bien tras el incendio de 1843, reconstruida. Su fundación se remonta al periodo nazarí, siendo las primeras noticias documentales que se poseen sobre ella alusivas a mediados del siglo XV. La Alcaicería de Granada albergó el importante comercio de la Seda, la industria más importante de Granada en el periodo nazarí.
La Alcaicería granadina fue erigida en el mismo núcleo de la medina islámica, cerca de la mezquita aljama y en un entorno saturado de tiendas y establecimientos de productos manufacturados, como el tradicional zoco.
En el siglo XVI tenía cerca de 200 tiendas. Se accedía al conjunto por 8 puertas, las calles, de empedrado granadino, eran angostas y producían una sensación laberíntica. El aspecto de las tiendas debía ser variopinto, carente de una clara estructura arquitectónica: apretados espacios de un solo piso que se abrían a la calle con tablones desmontables o abatibles desde el techo mediante pescantes de hierro, tan pequeñas “que el dueño se sienta en el centro y puede alcanzar cualquier objeto con la mano sin tener que levantarse”.
La imagen actual del conjunto es hija de un terrible suceso, acaecido la madrugada del 20 de julio de 1843: un voraz incendio que en seis horas destruyó por completo la zona. La reconstrucción de la Alcaicería no se hizo esperar, hoy día es una curiosa adaptación de la arquitectura neo-árabe a los intereses mercantiles de la ciudad decimonónica, cercana más en esencia a un zoco.
Es justamente el tópico del zoco artesanal y mercantil el que da vida a este original espacio, punto de partida de nuevos bazares de bisutería, bronces, taraceas, cerámicas, etc., que aportan notas de color y animación a este mercado.